Es posible que el mayor favor que le hicieron involuntariamente los medios y la prensa a la escena valenciana de los ochenta fue no enterarse de lo que estaba sucediendo allí para estropearlo.
La televisión y la prensa nacional empezaron interesarse por Valencia en los noventa cuando la época dorada del sonido, la movida y la ruta valencianos ya se había pasado.
Y no fue para ayudar. Su costumbre fue denigrar a aquella escena con el san Benito de la «Ruta del Bakalao». En su día se pasó por alto cualquier interés cultural que pudiese tener aquel movimiento juvenil tan genuino. Parece que no interesaba saber de dónde había surgido o como era en realidad, tanto como fijarse en algunos detalles morbosos para escandalizar.
Las cosas han cambiado y, desde hace unos años, hay interés por hacer memoria y reconocerle su valor con artículos, cantidad de foros en las redes sociales y algunos libros y documentales.
Si hay un sitio que se merece uno de los»Episodios Nacionales de la Música de baile » de este blog, ese es Valencia. Y aquí estamos para hacer un pequeño homenaje a su sonido recordando la buena música que se escuchaba allí, que era el centro y la razón de ser de su ruta.
Haciendo el indie en la barraca
En el episodio sobre el Balearic Beat vimos como, a finales de los setenta y principios de los ochenta, unos pocos DJs pioneros de Ibiza modernizaron la música de la isla sustituyendo el rock hipioso por el pop y la electrónica, haciendo que allí se pasara de escuchar a los Doors a escuchar a Depeche Mode.
Para entonces las discotecas valencianas ya habían empezado a hacer su particular giro vanguardista desviándose del Italo, la música disco o el funky de raíces negras para darle con fuerza al «Indie Dance» o como ellos la llamaban a la «música blanca». La gran novedad de los clubes valencianos, que les hizo tan únicos entonces, fue que allí no se bailaba música de discoteca sino rock y pop underground pinchados a todo volumen y para una audiencia de un tamaño que era difícil encontrar en cualquier otro sitio y que tenía muchas ganas de estar al día de los sonidos nuevos.
Fue en Barraca donde el Post Punk y la New Wave dieron el salto de pequeños bares y garitos a una discoteca en condiciones. En Barraca a partir de 1980 ya se pinchaba una mezcla ecléctica de guitarreo bailable y electrónica.

Barraca fue la primera discoteca de la Ruta
El propósito de permanecer rabiosamente independientes y alternativos fue muy consciente allí, como demuestra la costumbre de «matar» durante la sesión a uno de los discos que empezaba a sonar demasiado en las radios. Carlos Simó el Dj de Barraca cuenta como literalmente rompía delante del público el vinilo que había entrado en el mainstream y le lanzaba los pedazos, en un gesto ritual de orgullo indie.
En las pistas de baile ibicencas también gustaban los grupos alternativos de guitarras. En especial en la del Amnesia. Entre su playlist y la de Barraca hay algunas coincidencias y referencias cruzadas: temas como Well, Well, Well de los Woodentops se bailaban a la vez en ambos sitios, pero cada uno tenía su estilo propio. Los momentos de Chill Out con Reagge o con la Bossa Nova del primer disco de Everything But The Girl son más ibicencos, mientras que era más fácil que el Rockabilly de Stray Cats, el Rock siniestro de Sisters of Mercy o cosas como Einturzende Neubauten o Los Cramps se asomasen por la sesión de alguna discoteca valenciana.
Me gusta relacionar los ochenta de Ibiza con los de Valencia ya que me parece muy curioso cómo, mientras que la mezcla musical Ibicenca se convirtió en fenómeno internacional originando el Balearic Beat de los ingleses y colocando a la isla en el mapa mundial de la música electrónica, la valenciana ha quedado como algo local, injustamente olvidado, y ha sido eclipsada por esa versión de telediario sensacionalista de la Ruta del Bakalao de la que hablábamos antes.
Sin embargo como explica Fran Lenaers, el Dj de Spook en sus mejores años, en esta entrevista, en Ibiza todo cerraba en invierno al contrario que en Valencia que funcionaba todo el año. Por eso sus pistas de baile eran como una especie de laboratorio de pruebas para los temas que unos meses después se oirían en las discotecas de la isla en temporada.
En su día le dimos un repaso con esta lista de Youtube a lo que se escuchaba entonces en el Amnesia. Esta es otra lista de Youtube con canciones que sonaban en Barraca entre los años 80-89. Esta vez no he sido yo quien ha hecho la recopilación sino que, según se explica en la propia lista, son los temas que van subiendo los asiduos a la discoteca de la época, que se han juntado en el grupo de fans de Barraca en Facebook.

Los Stone Roses en Barraca 1989
La Moguda
También se suele decir por ahí que la movida madrileña fue cosa de grupos mientras que en Valencia todo se basó en discotecas. Sin embargo, esto no es del todo cierto ya que sí que hubo una moguda valenciana de grupos que fueron saliendo desde finales de los setenta y que tuvo sus años dorados entre el 81 y el 84.
Los nuevos románticos y los posmodernos valencianos estaban a la última y eran los que tenían las mejores pintas. Grupos como Glamour o Vídeo tenían una puesta en escena y una imagen mucho más conseguida que la mayoría de grupos españoles de la época. Éste es un documental sobre la Moguda Valenciana donde hablan de ellos.
Y aquí os dejo una lista de Youtube que he preparado con unos cuantos temas interesantes de los grupos de la Moguda Valenciana:
Además, los conciertos de grupos nacionales e internacionales fueron un gran reclamo para las discotecas. Ellas eran el primer lugar en el país, y a veces el único, donde tocaban Alien Sex Fiend o Flesh for Lulu. Solo podía ser en Barraca donde debutaran en España los Stone Roses en 1989.
Otros garitos más pequeños de la ciudad programaban cosas aún más underground e interesantes. No me puedo resistir a subir esta foto que he visto por ahí de Alan Vega montado en una Bultaco en la puerta de «Brillante» donde tocó en 1986.
La fórmula valenciana
Unas de las míticas peculiaridades de estos conciertos fue que muchos de ellos se programaban a las siete de la mañana.
Cómo convencían a los grupos para tocar a esas horas y mantenían al público dispuesto y con ganas, es parte de la fórmula secreta de la Coca Cola valenciana.
Las paellas al aire libre en los parkings que organizaban las mismas discotecas también eran ingredientes de esa fórmula secreta junto con las drogas, para que negarlo.
Los que vivieron la época parecen estar todos de acuerdo en una cosa: el buen rollo que reinaba mientras que la droga más extendida era la mescalina cambio cuando la gente empezó a tomar más speed para aguantar el maratón de disco a disco, que cada vez se iba haciendo más largo con la incorporación de nuevos clubes o nuevas sesiones, y desapareció cuando se pasó a la cocaína.
Pero es cierto que, si bien había bandas locales y de fuera animando las noches y madrugadas, las verdaderas protagonistas fueron las discotecas que atraían a miles de jóvenes cada fin de semana.
Juego de clubs
El fenómeno de las discotecas valencianas fue realmente fascinante. Su escena musical empezó a tener una fuerza de atracción con efecto en todo el país. Por ahí se dice que en sus años de esplendor la Ruta Destroy congregaba a 30 mil personas cada fin de semana, que podían llegar a ser 50 mil en fines de semana especiales.
La afluencia de público hizo que el negocio del ocio entrase en una de esas fases que algún economista llamaría de «exuberancia irracional» donde la competencia entre clubs crea curiosas dinámicas de sinergia, simbiosis o rivalidad.
Las porciones del pastel a repartirse entre los locales y los empresarios nocturnos fueron los horarios, las localizaciones y los estilos de música.
Los horarios de un club se adaptaban a los del otro. Una sesión abría pensando en la gente que saldría sin ganas de irse a casa cuando otra sesión en otro sitio echaba el cierre. Se cuenta que la gente empezó a ir a Spook cuando las autoridades cerraron varias semanas Barraca y Chocolate.
Se abrían nuevos clubs en locales situados estratégicamente cercanos o de paso a a discotecas más veteranas.
Y cada reino tenía su familia con su música y sus pintas: el pop-rock ecléctico alternativo de los barraqueros, la onda siniestra y el cuero en Chocolate, un poco de las dos en Spook y la apuesta por una programación vanguardista y arriesgada de ACTV cuando la calidad de la música de otras discotecas disminuyó. Cada disco cultivaba su personalidad e iba evolucionando con los tiempos y los gustos musicales del momento.
La ruta en si misma empezó oficialmente en el año 1982 cuando se abrió Chocolate cerca de Barraca y comenzó la peregrinación del fin de semana entre los dos locales.
Aquí no voy a intentar citar todas las discotecas que hubo en Valencia, ni la música en la que se especializaba cada una o cómo fueron evolucionando. Hay bastantes artículos de blogs como éste que sirven para hacerse una idea o también hay documentales como 72 horas que lo cuentan.
Si que me gustaría recordar que buena parte del Sonido de Valencia era la forma de filtrar y pinchar la música anglosajona y nacional del momento. Esta es una lista de Youtube con la que hacerse una idea de ese particular «filtro valencia» que aplicaban los djs locales a la música de fuera, con algunos temas míticos que sonaban en los mejores años de la ruta :
Mezclar en la cabina un tema electrónico oscuro con algo más pop tipo los Waterboys, para que la gente los bailase como si fuesen Nitzer Ebb, era una jugada muy al gusto valenciano de los ochenta. Creo que allí había un grado de tolerancia que no existía en otros sitios, tanto a los sonidos industriales y repetitivos, como a lo blando. Ambas cosas, combinadas con la inclinación a lo gótico y siniestro, acabaron siendo marca de la casa.
En lugar de grupos consagrados, en Valencia tenían afición por pinchar a otros que apenas se conocían o que se descartaban fuera de allí y que solo tenían uno o dos temas aprovechables en su repertorio. De esa forma la mezcla tenía más misterio. En Spook jugaron durante un tiempo a despistar al personal guardando el vinilo de The Essence en una funda de un disco de The Cure, dando la sensación de que se trataba de un tema raro que solo ellos tenían.
Tiendas como Zic Zac estaban a la última y, no solo recibían paquetes semanales de discos de importación, sino que discográficas Belgas como Play It Again Sam les enviaban maquetas, cintas o vinilos de prueba de grupos como Front 242 que no se habían publicado todavía.
También se produjo música propia, desde los grupos de la moguda que hemos comentado, a lo que hacían las discográficas y productores valencianos dedicados a los sonidos más electrónicos.
«Así me gusta a mí» de Chimo Bayo De 1991 fue el gran hit y su productor German Bou hizo unos cuantos temas interesantes bajo nombres distintos. Había muchas discográficas locales que juntas en los buenos tiempos llegaban a sacar treinta o cuarenta vinilos por semana. Entre los proyectos a destacar están Megabeat / Interfront un par de aventuras efímeras donde participaron varios DJs y productores de allí.
Aquí os dejo otra lista de Youtube con temas made in Valencia en los primeros noventa:
Con quinientas pesetas (3 €)
Los que vivieron los años dorados de la ruta valenciana en los ochentas y primeros noventa recuerdan como la gente que la frecuentaba era muy variada, como los precios eran asequibles y como la política de puertas era muy abierta y se daba la bienvenida a cualquiera.
Me ha hecho gracia ver un comentario en una sesión de Espiral del año 90 subida a Youtube donde alguien comenta lo bien que se lo pasaba en Valencia saliendo con 500 pesetas en el bolsillo.
Lo que sucedía en los parkings de las discotecas fue otro fenómeno curioso que sería el equivalente y el precedente a las raves británicas aún más visibles y accesibles que los propios clubes. Allí no existían las complicaciones de tener que hacer llamadas a un número de teléfono donde te daban una localización secreta para que la fiesta se montase antes de que la policía pudiese intervenir para cerrarla, como pasaba en Inglaterra.
Culto Destroy
Los mismo que se demonizaba desde afuera, desde dentro se cultivaba la leyenda de la ruta con sus ritos, sus códigos y su jerga.
Ya hemos visto como en Barraca sacrificaban vinilos en público. En Spook también tenían sus ceremonias. Allí las 12 de la mañana era la hora del ángelus, lo mismo que en cualquier casa del Opus Dei, pero, en este caso, lo que sucedía era que Fran Lenaers cambiaba las luces y pinchaba un tema que a la gente le ponía los pelos de punta. En esta entrevista el DJ cuenta como también al público le encantaba cuando dejaba la sala a oscuras y con los mini-flashes y con la música de Clan of Xymox intentaba recrear una mascletá.
Chocolate, a mitad de los ochenta, era el dominio de Toni el Gitano, que no se veía a si mismo solo como DJ sino como el gurú de una secta siniestra. Pactó suicidarse con sus elegidos si no conseguían hacer despegar aquel local, al que entonces no iba nadie, reconvertido en una anti-disco transgresora. En esta entrevista cuenta como consiguió llamar la atención de la gente con un concierto de Killing Joke, que programó por sorpresa para dejar claro que allí se iba a verle a él y a descubrir la que liaba en cada sesión.
Legendario y misterioso es todo lo que rodea a la mescalina, esa droga que apareció a mediados de los ochenta anticipándose al éxtasis, que inundó la fiesta valenciana de buen rollo y locura, según cuentan los que lo vivieron, y que desapareció de repente sin dejar rastro (excepto por una pequeña partida de ellas que vieron la luz años después por las que se pagaron precios de subasta de obra de arte). Se habla de un enigmático químico catalán, que algunos relacionan con una empresa de jardinería, que fue quien la sintetizó a partir de un cactus exótico. En realidad su composición más probable fue el MDA, parecido al éxtasis pero más alucinógeno.
En este artículo del blog makineros.com se recopilan algunas expresiones ruteras que se podían escuchar y leer en carteles o baños por allí como: «Welcome to the culto destroy», «…vivir sin dormir” , “tengo que sobrevivir a este fin de semana” , “que no pare la fiesta…”. Conviene aclarar que la fase destroy es una etapa avanzada de esta escena, ya en los noventa, y que antes no se utilizaba esa expresión; y también que los valencianos odian lo de la «ruta del bakalao» que ellos nunca usaron.
En ese y otros blogs los asiduos cuentan sus hazañas ruteras que suelen tener un tono un poco épico. Hasta hay alguna que otra historia de visiones de vampiros en el parking de Spook (que no es de extrañar ya que la Mescalina es alucinógena). Parece que todos tenemos tendencia a guardar recuerdos heroicos de aquellas épocas en las que, jugando con los límites, conquistamos nuevas parcelas de libertad. Y nos gusta que los demás se enteren de que lo hemos hecho. Las discográficas de Valencia vendían en su momento tanto o más merchandising que música. Por todo el país se veían coches exhibiendo con orgullo pegatinas de las discotecas de la ruta.
Por lo general no había violencia y reinaba el buen rollo pero no faltaron episodios tristes y oscuros.
«La fiesta debe seguir…» fue la frase con la que se despidió R.A.F.A un Dj de Espiral que anunció su suicidio en directo en su programa de Radio Espektra.
La parte más oscura de la leyenda de la ruta probablemente es aquella que dice que Antonio Anglés, el asesino de las niñas de Alcasser, era asiduo y traficaba con pastillas en las discotecas valencianas. El Dj catalán Nando Diskcontrol tiene una interesante teoría sobre la influencia que tuvo este caso en el declive de la ruta. Según él, debido a la alarma social que provocó, la policía española pidió colaboración a Interpol, que empezó a utilizar un nuevo sistema de seguimiento de matrículas que detectaba patrones sospechosos. Efectivamente, encontraron algo raro que recomendaron investigar a sus colegas españoles, pero no tenia que ver con el asesinato, sino con miles de coches circulando y parando a la vez por carreteras y descampados los fines de semana a cualquier hora del día y de la noche.
La ruta en Canal+
Cuenta Simon Reynolds en su libro sobre la cultura rave inglesa que en los clubes londinenses de la época del Acid house, a finales de 1988 comenzaron a aparecer los «acid teds» que eran gente muy joven con ganas de fiesta, con menos cultura musical que los primeros asiduos que habían traído ese sonido a la ciudad y también probablemente con menos gusto, que ponen la música en segundo plano por detrás de las drogas y de su particular idea de lo que significa salir de marcha.
Es posible que en Valencia también sucediese algo de eso a principios de los noventa.
En el año 1993 Canal Plus rodó uno de sus reportajes 23 horas en Valencia: la Ruta del Bakalao, hasta que el cuerpo aguante. por allí desfila, entre otros, Emilio del que se dice que es un «cañero» valenciano.
Si en Barraca rompían los discos en el momento en el que empezaban a sonar en las radios ¿que pasa cuando un fenómeno supuestamente underground no para de salir en la tele y se hacen reportajes en canal plus? Quizás la cosa estaba empezando a morir de éxito.
Recuerdo que en su momento vi el reportaje del 93 y que no me dieron muchas ganas de acercarme a Valencia.
Para ese año la escena parece haberse estancado y que lo que se lleva es una música Hardcore simplona y acelerada menos interesante y que está en segundo plano con respecto a la fiesta y las drogas.
Es muy difícil que estas cosas no acaben degenerando y evitar que el lugar se llene de gente que solo busca el colocón. En Berlín, la ciudad clubber por excelencia del momento, hay locales que empiezan a conocerse más por el portero encargado de crear la mezcla de gente que entra a las sesiones, que por los propios DJs que ponen la música en ellas. He leído, además, que el ayuntamiento cree que su escena de clubs es una parte importante de la ciudad y una industria cultural que merece la pena protegerse.
El club underground como un valor a preservar por el ayuntamiento de un ciudad que se ha propuesto atraer a la parte bohemia de la clase creativa es un enfoque nuevo que no se conocía en los ochenta ni en los noventa. Desde luego no existió en Valencia y me temo que también llega tarde para todas las demás ciudades de España. Los empresarios de la noche valencianos se asociaron en su día para conseguir tener una voz con cierta representatividad frente al ayuntamiento y las autoridades. Pero en lugar de buscar apoyos para desarrollar la parte creativa de la escena, se tuvieron que dedicar a defenderse de la presión de la policía o de los recortes de horarios.
Mucha competencia
A mediados de los noventa a las discotecas de Valencia les salió mucha competencia por todas partes y dejaron de destacar. Entonces prácticamente cada ciudad y casi cada pueblo tiene una discoteca cerca donde se pincha Techno o una mini ruta donde se puede estar de marcha por lo menos de viernes a domingo.
En Madrid estaba The Ömen de Oscar Mulero o el Nitsa en Barcelona con Sideral. En Euskadi la ruta acaba los domingos en Vitoria con sitios como el Pravda.
Gracias a los milagros de la globalización aplicados al mundo de los DJs, sábado si, sábado también, alguno de los de la segunda ola del Techno de Detroit como Jeff Mills o John Aquaviva pinchaba en algún sitio cerca de ti.
A mi me tocó esa escena Techno de provincias de mediados de los noventa y no guardo especial buen recuerdo de ella. La verdad es que nosotros no hacíamos mucho caso a la música de aquellas sesiones monótonas donde se bailaba más bien poco, pero las discos eran los lugares en los que te juntabas con todo el mundo y donde nos dedicábamos a hablar de nuestras cosas.
La nueva peregrinación para los devotos de la electrónica acabaría pasando de ser una ruta semanal a un festival anual con el Sonar de Barcelona.
¿El fin de clubbing?
Es probable que la época dorada de las discotecas y hasta de los bares se haya acabado.
La gente joven ya no está interesada en esos fines de semana de maratón y salen menos por la noche. Esto no lo digo yo, hay bastantes datos que confirman la tendencia de cierres de discotecas en muchos países por falta de clientela.
Para conocer gente y descubrir o compartir nueva música ya está Internet. En la red te ahorras el destrozo para tu bolsillo y tú salud y además no tienes que dar o aguantar la chapa nocturna entre borrachos y gente colocada.
Los de la generación millennial usan aplicaciones tipo Tinder o Grindr para conocer a gente nueva y, cuando ven que llega el momento, quedan en un lugar que les resulta seguro e íntimo para tomarse una cerveza o un café. Pasan más tiempo sin salir, conectados unos con otros por el móvil y, si quedan para verse, se bebe más en las casas o se hacen más planes de día o que terminan pronto.
Con este panorama, la Ruta Destroy y sus réplicas en otros lugares son reliquias del pasado. En este blog voy haciendo inmersiones por capítulos en busca de la música y el ambientillo de esas épocas que ya no volverán. Espero que te gusten 😉
Tuve la suerte de aterrizar en Valencia en 1985 para trabajar alli durante unos años. El artículo refleja bastante bien el espiritu de lo que vivimos allí, pero evidentemente todo lo que se diga es poco . Aquellas fiestas en Barraca son inolvidables, el ambiente, la música… el pedo tan enorme y cojonudo que deban las mescas… En fin…irrepetible
¡Qué recuerdos! ¡Qué movida! 😉
Gracias por hacernos recordar esos momentos. Sin duda marcó un antes y un después en la música de hoy.
Saludos,
Los 80’s…. Sin duda musica y estetica inimitables