En 1995 dos académicos londinenses que trabajaban en un departamento de la Universidad de Westminster denominado el “centro de investigación de hipermedia” publicaron un fascinante trabajo titulado «La Ideología Californiana» donde exponían una visión crítica de los innovadores que se estaban haciendo los amos de Silicon Valley y de la tecnología mundial.

Esto es un resumen traducido bastante fiel al contenido del trabajo original que me ha quedado un poco largo, pero que merece la pena leer, ya que se trata de una perspectiva pionera que conserva una vigencia sorprendente de un fenómeno que nos influye tanto como es la tecnología de la información, omnipresente en nuestras vidas para lo bueno y lo malo.

Puedes descargar aquí el original en inglés.

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La ideología californiana

Es una nueva fe que «ha emergido de una extraña fusión de la bohemia cultural de San Francisco con la industrias de alta tecnología de Silicon Valley que combina de forma promiscua el espíritu libre de los hippies y el entusiasmo emprendedor de los yuppies”.

Esta amalgama de contrarios se ha conseguido con una profunda fe en el potencial emancipador de las nuevas tecnologías de la información. En la utopía digital, las innovaciones tecnológicas conseguirán convertirnos a todos en gente rica y enrollada, si nos dejamos hacer.

Utopía y ciber-utopía en la contracultura californiana

Prácticamente no hay ninguna startup que no diga de si misma que esta revolucionando el campo en el que opera. La capacidad de cambiar las reglas del juego y de ser disruptiva es la cualidad mas cotizada en entre esas empresas que suelen decir de si mismas que su motivación es hacer un mundo mejor.

Ese carácter disruptivo y revolucionario esta relacionado con la búsqueda de una sociedad alternativa presente en California desde hace muchos años. En los sesenta y los setenta esa búsqueda se manifestó en la contracultura hippie californiana que, según el ensayo, ha sido absorbida por el ambiente de las corporaciones tecnológicas, aunque de una forma un poco  particular.

Esa cultura alternativa original se posicionaba en contra del racismo, la discriminación sexual, la homofobia, el consumismo y la contaminación. La «Nueva Izquierda» californiana de los sesenta era una combinación de rebelión cultural y compromiso político.
Los hippies, al contrario que sus padres, rechazaban el control y las convenciones impuestas por lo militar, lo académico, lo corporativo y lo hacían oponiendo al mundo de lo correcto sus drogas recreativas, su forma de vestir, su promiscuidad sexual y su música.

Democracia, tolerancia, justicia social o autorrealización son sus ideales centrales y, tras veinte años de bonanza económica, los jóvenes son optimistas y creen que se pueden conseguir. Las novelas de ciencia ficción de la época hablan de eco-topía una mezcla de economía sostenible, vida comunitaria y relaciones sexuales igualitarias.

En cuanto a la tecnología, algunos la rechazaban como un falso dios, pero otros la veían como una forma de hacer realidad sus ideales y creían que los medios de comunicación, las computadoras y las telecomunicaciones crearían un «ágora electrónica», un lugar virtual donde expresarse sin censura.

Para algunos autores que influyeron en el fenómeno hippie el poder de las grandes corporaciones y de los gobiernos será derrotado por el empoderamiento del individuo gracias a la tecnología. Ya entonces surgió una idea de la aldea global.

Algunos radicales de la costa oeste se pusieron a desarrollar tecnología para crear el ágora electrónica, el primer paso para la democracia directa que llevaría a una nueva América y a conseguir la ecotopía. Ellos son los activistas pioneros de la primera comunidad digital.

Reagan y los Hippies

También había una nueva derecha en ciernes que representa a la América de verdad, la que es como dios manda.

Aquel mundo de la contracultura del que hablábamos y éste de lo correcto no tenían más remedio que oponerse el uno al otro y chocar.

Uno de los momentos donde el choque se escenificó con mayor claridad fue cuando el gobernador de California, Ronald Reagan, envió a la policía a sofocar una protesta  hippy que estaba ocupando un parque cerca de la universidad de Berkley donde murió un estudiante y más de un centenar fueron heridos.

Este episodio dejo claro quien estaba a cada lado de las barricadas: era Reagan, al que se le identificaba como el defensor de la empresa privada, contra los hippies, que proponían la revolución social y se oponían a la guerra de Vietnam.

Nadie hubiese apostado que, 30 años después, estos dos mundos contrarios se juntarían para crear la Ideología Californiana.

Y es que, lo mismo que los hippies, los conservadores no son ajenos al romanticismo de lo tecnológico. Sus fantasías tecnológicas están representadas en novelas de ciencia ficción pobladas por individualistas rebeldes como capitanes piratas, genios de la ciencia, agentes comerciales espaciales y vendedores distinguidos. La tecnología no tiene por que llevar a la ecotopía sino a la América primaria de los padres fundadores o incluso del salvaje oeste.

Del ágora electrónica al marketplace

El anti-estatismo es algo que tienen en común la «Nueva Izquierda» norteamericana de los sesenta, que se asocia al movimiento hippie, con  con la «Nueva derecha», que años después, acabaría viendo a uno de los suyos como presidente, cuando Reagan ganó las elecciones en el 80.

Pero ese impulso anti-estado es muy diferente en unos y en otros. Mientras los hippies rechazan las ataduras del estado para buscar la libertad colectiva, los conservadores de la nueva derecha creen en la libertad del individuo conseguida dentro del mercado, sobre el que el estado tiene que evitar intervenir.

Es el posicionamiento frente a la América corporativa lo que marca la diferencia.

Algunos gurús, como el creador de la «comunidad virtual»  Howard Rheingold,  dicen que los usuarios de las tecnologías de la información acabaran reemplazando al capitalismo corporativo y al gobierno intervencionista con una economía high-tech. El ágora electrónica acabará triunfando sobre las corporaciones y los burócratas.

Pero la mayoría de gurús de la ideología californiana no van por ahí.
La revista Wired, la biblia mensual de la “clase virtual” (luego veremos que es eso), no parece defensora del ágora electrónica. Ya en los noventa decían que a donde nos llevan las TIC es a un marketplace electrónico.

Mercado tras mercado todos están siendo transformados por el progreso tecnológico desde un monopolio natural a un marketplace en el que la competencia es la ley.

En esta versión de la ideología californiana,  cada miembro de la clase virtual tiene la oportunidad de convertirse en un emprendedor de éxito. Las TIC empoderan al individuo, aumentan la libertad personal y disminuyen el poder del estado.

El gobierno debería de dejar de molestar a los emprendedores que son la única gente con el valor de arriesgarse. En lugar de regulaciones improductivas, los ingenieros visionarios, están creando herramientas necesarias para facilitar el mercado libre del ciberespacio como son la encriptación, la moneda digital y los procedimientos de verificación.

Cualquier intento de interferir con estas fuerzas emergentes será como luchar contra la naturaleza ya que, de acuerdo con el editor jefe de Wired, la mano invisible del marketplace y las fuerzas de la evolución de Darwing son la misma cosa.

El auge de la «clase virtual»

En los noventa esos activistas pioneros de la primera comunidad digital de los que hemos hablado se fueron convirtiendo en una especie de “clase virtual”.

En esta clase es llamativo el papel de quienes se podrían llamar los artesanos digitales: personas capaces de llevar a cabo tareas tecnológicas clave como investigar,  crear nuevo hardware, sofware o contenidos entre los que se cuentan ingenieros, programadores, desarrolladores o emprendedores varios.

La economía artesanal hippie aplicada al mundo de la alta tecnología es una de las influencias de la Ideología Californiana.

El trabajo de los artesanos digitales todavía no puede ser realizado por máquinas y tampoco encaja en la cadena de montaje. Las grandes corporaciones les pagan bien y tienen cierta autonomía para organizarse a cambio de no tener muchas garantías de empleo continuado y, también, a cambio de reemplazar el tiempo libre que tenían los pioneros y activistas hippies, por el trabajo en unos entornos solo aptos para workaholics (adictos al trabajo).

El mito del libre mercado

Los ordenadores y las TIC no se inventaron ni se desarrollaron en un entorno exclusivamente comercial, las subvenciones y la implicación entusiasta de amateurs tuvieron un papel relevante.

Por supuesto que la empresa privada participó, pero tan solo como un elemento más de una economía mixta, ya que la innovación tecnológica es un proceso acumulativo donde lo público, lo privado, lo comercial y lo no comercial entran en juego.

Los dogmas del mercado libre que ahora circulan, se ven contradichos por muchos ejemplos que se citan en el ensayo y que hacen obvio que la tecnología siempre ha sido parte de la planificación estatal, solo que en EUA a esto se le ha venido llamado “presupuesto de defensa” que es de donde han salido muchas de las iniciativas, subvenciones o proyectos tecnológicos.

La  implicación de la cultura del DIY (hazlo tu mismo) en el desarrollo de la computación ha sido esencial. El primer ordenador personal fue inventado por fanáticos amateurs de la tecnología que querían construir equipos baratos.

Pero algunos emprendedores no han podido evitar la tentación de inflar cual ha sido su  verdadero papel en el desarrollo de nuevas ideas y de olvidarse de mencionar las subvenciones públicas que recibieron o de acreditar las contribuciones de la comunidad amateur.

Esquizofrenia y hackers

La izquierda  y la derecha han tenido tradicionalmente razones y formas diferentes de ser antisistema. Los primeros le reprochan al estado cosas como crear el complejo militar público-privado, mientras que los segundos lo que le reprochan es que interfiera en la espontánea generación de riqueza y tecnología por parte del mercado.

En la ideología californiana el antiestatismo de izquierdas se convierte en antiestatismo de derechas. Esto sucede mitificando el papel de un héroe: el individuo autosuficiente. En el folclore americano la nación fue construida por él personificado en tramperos, vaqueros, predicadores y colonos.

Los miembros de la clase virtual viven una existencia un poco esquizofrénica entre sus impulsos antiautoritarios y su sometimiento al mercado. La mayoría de ellos ya no se revela contra el sistema, sino que aceptan que la libertad solo puede alcanzarse con el progreso tecnológico dentro del mercado libre. El héroe individual que tiene ahora ese papel de libertador asocial es el hacker que fue el protagonista de muchas novelas ciber-punk.

¿Hacia una nueva forma de Apartheid?

La visión utópica de California que propagan los tecnócratas de la ideología californiana con su fe en el emprendimiento, necesita para mantenerse en pie una gran ceguera respecto a muchas de las realidades de la vida en la costa oeste: racismo, pobreza y degradación medioambiental (las cuales solían preocupar apasionadamente a los anteriores intelectuales y artistas de la Bahía de San Francisco). Los raperos californianos como Snoop Dog o Ice Cube dan una versión de sus ciudades muy alejada del mundo utópico al que la tecnología está supuestamente llevando a la gente.

Una mayor redistribución de la riqueza urge para conseguir el bienestar de la mayoría de la población. Sin embargo, esto va en contra de los intereses a corto plazo de los ricos, incluidos los miembros de la “clase virtual” que, desde sus campus donde trabajan y sus suburbios fortificados donde viven, juegan a ser ciberpunks o hackers en el mundo virtual sin tener que juntarse con sus vecinos cercanos empobrecidos.

Hay alternativas

Cuando se escribió el ensayo en los noventa la ideología californiana por efectos de la globalización se estaba extendiendo. Muchos trabajadores del mundo digital en Europa o Asia empezaban a sentir más afinidad con sus colegas de Silicon Valley que con sus conciudadanos.

Ante esto los autores hacen un llamamiento a la reflexión, en especial en Europa donde no existe una tendencia tan clara a demonizar el papel del estado en la economía.

Animan a los artesanos digitales europeos a buscar su propio camino en lugar de sucumbir al fatalismo de la ideología californiana y explorar las posibilidades creadoras de las TIC.  Proponen que se adopte una forma de entenderlas a la europea que reconozca que inevitablemente han de desarrollarse con algún tipo de economía mixta. También proponen que la comunidad digital recupere algunos de los elementos de los que los radicales de la costa oeste fueron pioneros y que la ideología californiana se ha dejado por el camino como el feminismo, la cultura recreativa de la droga, la liberación gay o la identidad étnica.

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Como es de imaginar el artículo causó revuelo cuando fue publicado. Es gracioso ver la reacción de quienes se sintieron aludidos diciendo que solo un par de colgados europeos podrían decir todas esas patrañas marxistas pasadas de moda.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, fue bien recibido como una crítica aguda e inspirada de la tecnología tan ciegamente venerada por algunos.

Incluso la revista Wired en 2014 después de las revelaciones de Snowden recomienda el ensayo como un documento mucho más vigente que las críticas que en su momento se hicieron de él.