El postureo de las startups de Silicon Valley
La Ideología Californiana es una forma de criticar la mentalidad utópica de los emprendedores de Silicon Valley y de llamar la atención sobre lo pretencioso de su forma de hablar y de pensar. Lo más sorprendente es que quienes inventaron el término fueron dos jóvenes académicos ingleses nada menos que por el año 1995.
En este artículo voy a explicar como esa teoría de los noventa sigue igual de vigente hoy en día, -aunque actualizada en algunos aspectos que comentaremos- y como sirve para que cuestionemos la inquietante acumulación de información y poder que esconde nuestra afición a Internet y nuestro culto a la tecnología. He dedicado este otro artículo a traducir y resumir el ensayo original sobre la ideología californiana -una pieza pionera de la cultura digital que en mi opinión ha sido injustamente olvidada-.
La ciber-utopía puntocom de los 90
La ideología californiana, en palabras de sus autores en el ensayo de 1995, es una nueva fe en la tecnología que «ha emergido de una extraña fusión de la bohemia cultural de San Francisco con la industrias de alta tecnología de Silicon Valley que combina de forma promiscua el espíritu libre de los hippies y el entusiasmo emprendedor de los yuppies.»
La primera generación de esta utopía surge a principios de los 90 con las ideas de compartir en red, el P2P, la teoría de redes y la descentralización total. La estructura de Internet se ve como ejemplo de la sociedad que tiende a abandonar las formas de organización jerárquicas y donde, cada vez más, todos nos relacionamos como iguales.
Esta tecno-utoía puntocom estaba centrada en el lado productivo de la economía. El mundo del trabajo se transforma en un entorno creativo, las oficinas tienen aspecto de salas de juegos y el espacio laboral es un lugar que mola, flexible, que facilita la creatividad y la colaboración.
Sus raíces son los pioneros de la primera comunidad digital de los sesenta y la economía artesanal hippy que han absorbido el creciente individualismo y el neo-liberalismo de la nueva derecha americana de los ochenta representada por Reagan.
La Ideología Californiana Versión dospuntocero
En los últimos años las cosas han cambiado un poco pero la ideología californiana sigue más viva que nunca, solo que en una versión actualizada.
Los nuevos emprendedores ya no salen de garajes donde han montado sus empresas, sino que son hijos del capital riesgo que está financiado con miles de millones a las startups tecnológicas.
La palabra clave sigue siendo la disrupción, o lo que es lo mismo, la capacidad de cambiar las reglas del juego establecidas en una actividad, introduciendo una nueva tecnología o una innovación que todo el mundo adopta. Pero esta palabra ha ido adquiriendo recientemente un sentido diferente. Como dice este artículo, ser “disruptivo” ya no significa tener capacidad de transformar un sector gracias a la innovación, tanto como defender la desregulación del mercado en el que operas.
El papel de la innovación también ha cambiado y ahora hay menos negocios de sustitución digital, donde una tecnología es sustituida por otra de nueva generación. Lo que abundan son los negocios de capa digital. Aquellos que no introducen un nuevo hardware o una innovación tecnológica, sino que detectan un sector de la economía offline maduro para aplicarle una capa transaccional digital trasladando a la red parte de un negocio físico ya existente, típicamente, a cambio de comisiones.
Si, como decíamos al principio, en los noventa la innovación tenía que ver con el lado de de la producción. Ahora muchas de las novedades suceden en el lado del consumo como vamos a ver más abajo con el consumo colaborativo -o sharing economy-.
Nuevos héroes
La ideología californiana de los noventa consigue reconciliar a dos enemigos: inesperadamente Reagan y los hippies se dieron la mano. La generación progre de los sesenta abandonó sus ideales colectivos ante las promesas de libertad y prosperidad en el marketplace digital que se estaba originando.
Tradicionalmente, en la imaginación de la américa conservadora el país había sido creado por forajidos. El trampero, el furtivo o el vaquero hecho a si mismo son los estereotipos del héroe. El nuevo mito individualista que le sustituye en la era digital es el hacker.
En su actualización 2.0 la Ideología Californiana no muestra sus vínculos con Reagan ni con la denominada «nueva derecha americana». Ahora los innovadores tecnológicos californianos tienen una madrina menos relacionada con la política y más con la cultura: la escritora Ayn Rand, fundadora del objetivismo. Se trata de una forma de pensar en la que se inspira una ideología política anti-estado muy extendida en el valle: el libertarismo.
El héroe a imitar es el personaje randiano del visionario, como el arquitecto protagonista de la película El Manantial basada en una novela suya. El nuevo mito es el individuo autosuficiente liberado de todo sentimiento altruista que controla su destino y su vida y que lucha por hacer realidad su visión entre los mediocres que intentarán impedirlo con discursos demagógicos sobre el bien común.
Varios de los CEOS de las tecnológicas han expresado públicamente su admiración por sus libros. El fundador de Wikipedia dice que El Manantial es su película favorita. El fundador de Uber, Travis Kalanik, puso una imagen del ejemplar original de la novela como avatar de Twitter. Pero el mito del visionario que se impone frente a la mediocridad asoma en las intervenciones públicas de muchos otros, desde gente de la prensa digital, como los creadores de Vice hasta los de Amazon o Airbnb.
Los credos contemporáneos
Los últimos capítulos de la primera temporada de Silicon Valley, la serie de la HBO ambientada allí, suceden en “Tech Crunch Disrupt”, la convención de innovadores mas importante del San Francisco. Hay varias imágenes de presentaciones de proyectos reales donde se puede ver como todas las empresas dicen que están mejorando el mundo con sus novedades. Parece que a los negocios no les gusta verse solo como negocios sino que se presentan a si mismos como movimientos a favor de algo y que quieren convencernos de que si les seguimos la corriente nos acabarán convirtiendo en a todos en gente rica, guapa y hasta inmortal.
Yo veo a la ciber-utopía o la economía colaborativa como nuevos credos a los que nos aferramos en busca de significado en nuestro mundo post-moderno y para mi están a la altura de las dietas milagro. Mi conversión favorita a uno de estos credos contemporáneos es la de los creadores de Soylent, un alimento en forma de batido pensado para sustituir a la comida. La historia es de lo más curiosa y la conocí en este artículo de una revista americana y a mi me sirve para darle el crédito justo a ese tipo de proyectos empresariales que se presentan como revoluciones.
El caso es que los creadores de Soylent, para vender batidos, iniciaron todo un movimiento que defiende que la humanidad va a tener que alimentarse de esa manera para subsistir. Este nuevo credo contemporáneo, que va a salvarnos a todos cambiando para siempre la forma en que comemos, surgió buscando rentabilizar el dinero de que unos inversores habían puesto para un proyecto diferente estancado. El resto de la historia esta resumida al final de este artículo.
Fábrica de neoliberalismo
En el fondo lo que viene a decir el ensayo sobre la ideología californiana de 1995 es que esta es una fábrica de neoliberalismo: mucha gente que buscaba una forma de vida alternativa, que rechazaba el estado y la América corporativa, acaba defendiendo la desregulación y la libertad total en el mercado digital gracias a una fe ciega en la tecnología.
Esto mismo esta sucediendo estos días con la que es la encarnación de la Ideología Californiana de última generación: la economía colaborativa. Con Airbnb y compañía, la sharing economy funciona como una verdadera fábrica de neo-liberales. Personas que podrías ver en una manifestación de los indignados se plantan con el mismo desparpajo frente a su ayuntamiento convocados por Airbnb para pedir normativas favorables a la gran corporación americana haciendo el trabajo de lobbistas para ella. Criticar megáfono en mano el lobbiyng de los hoteleros mientras se quiere influir en conseguir normativas favorables para una multinacional que está más valorada en el mercado que la mayoría de cadenas hoteleras ¿No les parece un poco contradictorio?.
Esta existencia un poco esquizofrénica entre el rechazo a la autoridad y el sometimiento al mercado digital es típica de la ideología californiana desde los años 90. El anfitrión de Airbnb es un ejemplo de esa doble personalidad. Es triste ver como Airbnb consigue canalizar la energía social y política contra el sistema de quien no llega a fin de mes, dirigiéndola a defender un modelo bastante dudoso que, en el fondo, lo que verdaderamente esconde son los objetivos de una agenda corporativa particular.
Recientemente Airbnb ha publicado un documento, donde utiliza un lenguaje que suena a la mismísima constitución de los estados unidos, que respira Ideología Californiana 2.0 por todos sus poros como en este primer párrafo:
«Airbnb es una plataforma de persona a persona -de la gente, por la gente, para la gente- que fue creado durante la Gran Recesión para ayudar a la gente de todo el mundo a usar el que es típicamente su mayor gasto, su hogar, para generar ingresos suplementarios.»
Es cierto que Airbnb ayuda a algunos a sobrevivir por que les permite monetizar las incomodidades que provoca la crisis: puedo sacar un dinero de mi piso mudándome ocasionalmente a la casa de un familiar. Esto hace las consecuencias de la crisis más soportables.
Pero ¿Que pasa con las causas?. Uno de los rasgos más preocupantes que está manifestando tener el capitalismo digital que promociona la Ideología Californiana, es la concentración del negocio en unas pocas manos que genera desigualdad entre unos pocos mega-ricos y el resto. Se llama el efecto «winner takes it all» donde el mercado acaba en manos de un operador mientras los segundos y terceros apenas consiguen sobrevivir. En este aspecto, Airbnb ¿es parte de la solución o es parte del problema?.
El fracaso de la Ideología Californiana
Muchas veces las ideologías acaban jugando el papel del tonto útil, cuyas firmes convicciones son manipuladas por quienes tienen una posición que les permite sacar provecho y pocos escrúpulos para hacerlo. Es posible que esto haya pasado con la Ideología Californiana.
Esa idea de que la combinación de tecnología y libre mercado desregulado nos va a hacer a todos ricos y felices parece que, para los verdaderamente poderosos de Silicon Valley, tiene excepciones, si son ellos quienes aplican las restricciones. En esta publicación se hace un seguimiento sobre un asunto que se llama Techtopus que es un acuerdo secreto entre varios de los más importantes CEOS de las empresas tecnológicas para no quitarse entre ellos a los ingenieros buenos evitando que aumenten los salarios en el juego de contra-ofertas.
En esa mentalidad californiana, pactar en secreto un salario máximo no parece tan mala idea como que exista un salario mínimo razonable, como demuestra esta otra campaña en San Francisco, para disuadir a los trabajadores de exigir salarios más justos si no quieren acabar siendo sustituidos por Ipads.
Cosas como estas son las que el año pasado animaron a la prensa digital especializada en tecnología a organizar una semana de conferencias con el nombre de «Don’t be awful» «no seas horrible» con la itención de que, en aquel ambiente, vaya cambiando la mentalidad dominante por algo mas en sintonía con el mundo real y sus verdaderos problemas.
En esta seríe de documentales de la BBC se dice que cada vez se está haciendo más claro que la ideología californiana ha fracasado y no está a la altura de sus pretensiones:
Su promesa original era la de que los ordenadores nos liberarían del control político y nos convertiríamos en héroes randianos en total control de nuestros destinos. Hoy en día sentimos lo contrario: que somos componentes de un sistema global, uno que está controlado por una lógica rígida que no tenemos poder para cambiar o desafiar.
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En cuanto a los creadores de Soylent, lo que sucedió es que unos tipos que habían recibido cerca de 170 mil dólares para un proyecto de telefonía móvil se dieron cuenta de que lo que tenían no servía para nada y que todavía les quedaba la mitad del dinero. Llevaban varios meses trabajando de sol a sol comiendo quesadillas congeladas y pensaron que habían perdido mucho tiempo preparando las quesadillas y lavando el plato, lo cual les puso sobre la pista de una necesidad en la humanidad en la que vieron una oportunidad de negocio.
Una cosa es alimentarse y otra es comer bien. Lo primero tenemos que hacerlo si o si y, para no perder el tiempo, deberíamos alimentarnos con batidos que no nos hagan perder esos minutos del día que desperdiciamos en meter algo al microondas o lavar el plato y, la segunda, es algo recreacional o, lo que es lo mismo, una opción para los días excepcionales donde queremos socializar con otros o disfrutar.
Cuando leí el artículo hace un par de años los fundadores llevaban ya varios antes sin comer nada sólido y sus batidos habían tenido éxito entre gente alternativa a la ultima y entre esos californianos que tienen refugios donde guardan provisiones por si llega un armagedon.
Habían montado una comunidad virtual con una red social donde gente que se alimenta solo de batidos comparte consejos acerca de las cantidades de este u otro ingrediente optimas en función de la persona y la actividad física.
Su proyecto tecnológico fracasado había pivotado (otra de las palabras favoritas de la jerga de las startups) hacia un movimiento que promueve el fin de la comida para salvar a la humanidad. La causa que había motivado la conversión de estos iluminados había sido la necesidad de rentabilizar el dinero de los inversores. Pero esto no parece afectar a su credibilidad en un mundo donde lo que cuenta es ser un innovador.